¿Ves eso? Es la vida que pasa. Que corre. Que no espera. Que acelera. Que te pisa los talones a la espera de un tropiezo tonto.
Es el momento de apreciar cada pequeño detalle del mundo. Y no me refiero a lo material. Tan sobrevalorado por todos. Ha llegado la hora de atesorar a las personas de tu entorno, de decirles lo que realmente sientes hacia ellas, de no dejar para mañana los planes que queréis hacer hoy.
Son tiempos difíciles en los que he abierto aún más los ojos. Todo es incierto y, el mañana, lo primero. Las personas se van. Por unas cosas u otras. A veces de forma permanente. Y es entonces cuando uno maldice por no tener una máquina del tiempo que le permita enmendar sus errores. No cuesta nada un abrazo, un beso o un 'te quiero' aunque se de por sentado.
Y no. No se trata de soltar el freno. Es no perderse momentos por pensar que la gente de nuestro alrededor es eterna.
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