martes, 21 de abril de 2020

A otra velocidad

Parecía que la esperanza había comenzado a invadir su cuerpo. La confianza ya se había instalado en ella y caminar un paso detrás de otro se había vuelto un movimiento automático.

Tan automático que no se había dado cuenta de que la velocidad que había adquirido cada vez era mayor. Llegó al punto en el que todo lo que pasaba a su alrededor se fundía hasta convertirse en fragmentos difuminados del mundo.

El mundo iba a una velocidad diferente, más lento, menos agitado, sin prisa. Aquel provocativo ritmo tan frenético había conseguido atraparla sin que ella misma se diera cuenta. Bajarse era posible pero tenía que hacerlo con especial cuidado.

Con mucho cuidado ya que un paso en falso desharía su alma en pedazos. Si frenaba de forma brusca corría el riesgo de caerse hasta romperse cual cristal. Si reducía el ritmo paulatinamente podía no desengancharse nunca de aquella adrenalina que parecía haber sido inyectada en vena.

Pero sabía que tenía que hacerlo porque había perdido el sentido de las cosas y, de vez en cuando, está bien parar para respirar.

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